Columna: Más vulnerables.
Columna: Más vulnerables
Tener un mayor déficit fiscal no es malo si se cumplen los supuestos sobre los cuales se plantea la estimación. Tampoco lo sería si el contexto en los siguientes años posteriores a 2024 se gesta un escenario en donde se pueda resarcir.
En este espacio, a lo largo de la actual administración, hemos resaltado la decepción de muchos relacionada con el manejo de las finanzas públicas. Lo que se esperaba como un desastre, resultó no serlo debido a la disciplina con que se manejó el balance presupuestario… hasta ahora.
Sin tomar en cuenta la muy mala asignación del gasto, el gobierno parece alejarse de tal disciplina al proponer un aumento significativo en el déficit presupuestario para el año próximo.
El principal argumento para justificarlo es válido. El sorpresivo crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) por encima del esperado este año hace que el nivel de endeudamiento como porcentaje del mismo haya incluso disminuido.
No obstante, el gobierno propone al Congreso que le sea aprobado un techo de endeudamiento de 2 billones de pesos, e incluyendo el endeudamiento externo de otros 18,000 millones de dólares. Es de esperarse que la emisión de deuda sea mayor el año que viene de lo que ha sido este año.
La clave es el crecimiento. La Secretaría de Hacienda emitió un estimado de crecimiento para el PIB en el año que viene de entre 2.5 y 3.5% en términos reales. De darse un número menor (el consenso de estimaciones de los analistas en la encuesta que recaba Citibanamex es 1.7%) es posible que el nivel de deuda como porcentaje del PIB aumente por encima del 48.8% proyectado.
No es necesario para esta breve opinión hablar de la fuerte orientación a gasto de operación, servicios generales y subsidios gubernamentales que contiene la propuesta. La estructura del gasto sigue siendo la misma, en la cual el total se espera que crezca 4.3%, mientras que los ingresos crecerían 0.8 por ciento.
Tener un mayor déficit fiscal no es malo si se cumplen los supuestos sobre los cuales se plantea la estimación. Tampoco lo sería si el contexto en los siguientes años posteriores a 2024 se gesta un escenario en donde se pueda resarcir.
Por lo pronto, la estructura fiscal del 2024 hace que las variables financieras se vuelvan más vulnerables que en años anteriores.
Le doy un ejemplo no tan lejano. Entre el 2011 y el 2014, el gobierno del presidente Peña Nieto solicitó la autorización y generó un déficit (Requerimientos Financieros del Sector Público, RFSP) creciente que llego a ser de 4.4% del PIB, con la intención de cumplir con su promesa de “mover a México”.
La idea era que se crecería con tal fuerza al final del sexenio (tasas de 5% se llegaron a manejar) que se recuperaría en mayor magnitud el ingreso y se podría resarcir el déficit.
La promesa no pudo ser cumplida porque en el 2015 el precio del petróleo disminuyó de alrededor de 100 dólares por barril a 30 dólares por barril. El faltante de ingreso distorsionó a los mercados. El nivel de endeudamiento subió en ese lapso de 37% del PIB a 48.7 por ciento.
La necesidad de financiamiento provocó un ciclo de alza en la tasa de referencia de Banxico de un nivel de 3.5% a uno de 8.25%, el tipo de cambio se devaluó de 13 pesos por dólar a 20.5 pesos, las tasas de largo plazo (10 años) llegaron a niveles de 9.5% (muy cerca de donde están ahora).
Las autoridades en aquel entonces tuvieron que renunciar a su apuesta. A partir del 2016 se ejerció un fuerte ajuste fiscal, que incluyó el “gasolinazo” del 2017, así como una severa restricción de gasto. Las cifras se enderezaron para cerrar el sexenio con un déficit público (RFSP) de 2.3% del PIB, pero con un costo fuerte en la estabilidad.
No estoy haciendo ningún augurio, pero si nuestra economía se vuelve a enfrentar aun choque como una recesión en Estados Unidos o un momento de fuerte inestabilidad en los mercados globales, estaremos, digamos, en una posición menos sólida para prevenir ajustes en nuestras propias variables.
Otro tema adicional es el de la inflación. Un aumento de gasto con la orientación que se propone es inflacionario por naturaleza. Aunque la inflación va en descenso, los propios miembros de la Junta de Gobierno del Banco de México han reconocido que en este momento las presiones provenientes del crecimiento son elevadas.
En palabras del Subgobernador Heath, “no solamente tenemos una brecha de producto positiva, consistente con presiones inflacionarias por el lado de la demanda, sino otros indicadores de holgura señalan lo mismo. Por ejemplo, la brecha de desempleo (negativa) es la más amplia desde que existen datos para su cálculo.”
Una mayor dinámica de gasto tanto en el sector público como privado no es un elemento que colabore en la lucha contra la inflación. Más bien tiene el efecto contrario. No sería mala idea que la Junta de Gobierno de Banxico, en su próximo comunicado desempolve la aseveración que hacía en otras épocas en el sentido de que, para lograr su objetivo de inflación, es necesario mantener una estructura fiscal sana.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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