El final del ciclo de baja de tasas de interés
Pase lo que pase con la tasa de interés, es muy probable que estemos muy cerca del final del ciclo de baja de tasas que empezó a aplicar Banxico en el mes de abril y que partió de una tasa de referencia de 6.50 por ciento.
Si nos apegamos a lo que se descuenta en el mercado de futuros de la Tasa Interbancaria TIIE, así como el consenso de analistas, la Junta de Gobierno del Banco de México deberá reducir este día la tasa de referencia en un cuarto de punto para ubicarla en un nivel de 4.25 por ciento. La decisión puede ser de las últimas dentro de este ciclo de baja de tasas que comenzó en abril.
Va a ser interesante la decisión si la publicación de la inflación de la primera quincena vuelve a superar los estimados y ubica a la tasa anual (de los últimos 12 meses) por encima del rango de tolerancia del objetivo de 4 por ciento.
Lo anterior es posible que suceda no sólo en la inflación general sino en el índice subyacente que excluye la influencia de precios volátiles como la energía y alimentos y que tradicionalmente es una medida de mayor influencia para las decisiones de política monetaria.
Se trataría de una decisión aparentemente incongruente con el mandato constitucional que tiene la Junta de Gobierno que en el caso de México sólo se centra en el control de la inflación.
Más aún, las expectativas en las encuestas más recientes tanto para la inflación de 2020 como para el 2021 han ido subiendo. La encuesta más reciente recabada por un banco entre analistas y operadores de mesas de dinero ubica la expectativa en 3.84% para este año y un descenso leve hacia 3.55% el próximo.
Entonces, ¿cuál sería la motivación para determinar una nueva baja? Hay varios argumentos. Uno sería apoyar a la recuperación económica.
Dudo mucho que este apoyo signifique dar un impulso a la demanda o un incentivo que directamente tenga influencia en decisiones de inversión de capital; más bien el apoyo a la economía recaería en la reducción de la carga financiera a empresas e individuos que tienen problemas actuales para cumplir con sus créditos; siendo así, la medida es más un paliativo que un elemento detonador de crecimiento, al menos en el corto y mediano plazos.
Otro argumento puede ser equiparar las acciones de nuestro banco central con el entorno global en donde en muchos países, tanto desarrollados como emergentes, existe una represión de tasas que ha dado lugar a la existencia de tasas de interés en términos reales (es decir, descontando la inflación) negativas.
El único problema es que aquellos países emergentes que han tomado acciones drásticas de reducción de sus tasas más allá de lo que permite la inflación, han sufrido devaluaciones en sus monedas de mayor magnitud que la que hemos visto en el peso con respecto al dólar a lo largo del año.
Un argumento a favor en este punto era, hasta hace unos días, que la volatilidad del tipo de cambio se había reducido y el peso mostraba fortaleza. Usted habrá comprobado que entre el viernes pasado y el día de ayer 23 de septiembre, dicho argumento perdió todo sustento.
Pase lo que pase con la tasa de interés, es muy probable que estemos muy cerca del final del ciclo de baja de tasas que empezó a aplicar Banxico en el mes de abril y que partió de una tasa de referencia de 6.50 por ciento.
Por lo menos en lo que resta de este año, si no hay un descenso fuerte y creíble en la tasa de inflación anual, deberíamos considerar que durante el primer trimestre del 2021 la tasa de interés en México será de 4 por ciento.
¿Cuál va a ser la postura del banco central en el transcurso del próximo año? Ahora es difícil saberlo, ello dependerá desde el resultado de la elección en Estados Unidos, hasta la fortaleza de la recuperación en el ámbito local; y también, por qué no, de la nueva composición de la Junta de Gobierno en donde se espera la integración de una nueva subgobernadora a partir de diciembre.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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