La inflación anhelada, ¿será?
De acuerdo, las condiciones fundamentales favorables para las empresas y los individuos en Estados Unidos continúan sobre la mesa. Existe la expectativa de un crecimiento que parece cada vez más robusto. También hay estímulos fiscales y monetarios que seguirán siendo favorables, así como condiciones financieras aún cómodas para las empresas. Sin embargo, hay evidencias más claras de que todas esas condiciones cambiarán poco a poco en el futuro. El riesgo de una mayor inflación aumenta.
La semana pasada, el Departamento de Comercio de Estados Unidos dio a conocer datos donde vuelve a reflejarse el movimiento incipiente de la inflación al alza.
De acuerdo con la información, el índice de precios al consumidor aumentó 0.5% en el mes de enero; con ello la inflación totaliza 2.1% en los últimos 12 meses hasta enero, cifra superior a la expectativa que había de un descenso por debajo de 2 por ciento.
Por su parte, la inflación subyacente, aquella que elimina los efectos de precios considerados como volátiles como la energía y los alimentos aumentó 0.3% en enero para mantenerse en un nivel de 1.8% a un nivel muy cercano al objetivo planteado por la Fed de 2 por ciento.
Hace dos semanas los mercados presentaron una corrección importante detonada a ojos de muchos por la velocidad de alza de los precios y de los niveles salariales en Norteamérica.
Los inversionistas ven con preocupación la magnitud del crecimiento en la economía que se registra en el inicio del año que pudiera hacer a la Reserva Federal aumentar el ritmo de alza a la tasa de interés de corto plazo y presionar aún más a las tasas de largo plazo.
El martes pasado, el bono del tesoro a 10 años cotizó a una tasa superior a 2.90%, 60 centésimas por encima de los niveles a los que inició el año.
En general existen varios factores que hacen más viable el avance de la inflación a lo largo del año.
El crecimiento tiene un impulso relevante gracias a la entrada en vigor de la reforma fiscal que generaría un aumento en el gasto de inversión de las empresas y en el consumo de las familias.
Por otro lado, el crecimiento sincronizado en el mundo desarrollado podría presionar a los precios de bienes básicos.
A todo lo anterior, agregue la idea de que los bancos centrales disminuyen los estímulos. Tal vez se trate de un episodio de presión temporal, pero no en balde la percepción ha cambiado de discutir sobre por qué no se presentaba una mayor inflación, hace apenas tres o cuatro meses, a la expectativa de que ésta continúe su camino de alza.
Hay que mirar con cuidado cuando se usen adjetivos de una inflación rampante o desbocada; ese no es el caso, pero hay mucha evidencia que apunta a niveles mayores y ese es el condicionante para que la expectativa con relación a las tasas sea diferente por primera vez en mucho tiempo; quizás desde la crisis del 2008–2009.
Todos coincidimos en que las políticas de ultrarrelajación monetaria pretendían un entorno económico que mejorara en términos de crecimiento y erradicara el temor de una situación deflacionaria; pues parece que el crecimiento toma forma y la “anhelada” inflación se asoma, con esto, el comportamiento de los mercados bajo esta circunstancia no debe ser igual.
Aun con condiciones favorables en el contexto económico, la complacencia con respecto a la ausencia de volatilidad parece que se ha ido y es más palpable un entorno de mayor incertidumbre en los mercados, con su efecto nocivo en los rendimientos, tal vez este año las ganancias se terminen esfumando.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/La-inflacion-anhelada-sera-20180218-0037.html
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