Percepción golpeada

El fuerte impulso que los inversionistas globales han dado a la valuación de activos proviene de los efectos de estas políticas: tasas bajas y exceso de liquidez.
La situación es perversa ya que la burbuja de precios de activos financieros que existe en muchos mercados no se puede romper a menos que hubiese una tendencia clara de inflación o de crecimiento que permita elevar las tasas; de otro modo, no habrá un banco central que se atreva a elevar las tasas y a dejar de surtir liquidez, ya que eso provocaría una situación de incumplimientos fuertes y mucha sangre, vale decirlo.
Algunas opiniones sugieren que es necesaria una política de corte fiscal más activa; es decir, un mayor gasto por parte del gobierno en la forma que sea. Japón es el primero que ha hablado sobre el asunto.
¿Qué ha pasado? Que las tasas de interés de largo plazo en el país asiático comenzaron a subir. ¿Desconfianza hacia un endeudamiento que ya de por sí es enorme por parte del gobierno? ¿Reconocimiento que no hay de otra en cuanto a las políticas monetarias?
El mundo corre en un terreno peligroso en cuanto a los flujos de recursos y la situación de las economías. Hay mucha incertidumbre hacia adelante.
La realidad es que tomará bastante tiempo lograr un crecimiento que tenga otra cara, sin que ello a su vez no descarrile a los entusiasmados mercados financieros.
En ese contexto tan difícil México en lugar de intentar vender una mejor historia (ver en este mismo espacio: “Ninguna Historia que Vender”, El economista, 21 de julio del 2016), se crea una telenovela más desesperante. La promesa de estabilidad en las finanzas públicas —no tengo duda de que se pueda cumplir— resulta menos vendible ante la aparente crisis política que surge del gobierno con los cambios y renuncias anunciadas.
Parece que hay temas que resultan más relevantes, en especial el acomodo político. No es una señal de confianza que en la semana en que se anunciará el evento más importante para cuadrar la expectativa financiera del país, la presentación de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos del 2017, renuncie la parte clave del equipo que la ha venido diseñando.
Insisto de nuevo en que cumplir con las promesas de un superávit primario en el 2017 y una reducción en el tamaño de los requerimientos fiscales del sector público (RFSP) es algo lograble; hay una alta probabilidad de que en varios meses estemos viendo la prueba de tales ajustes.
Pero la idea resulta más difícil de vender si se acompaña de estos movimientos que no pueden dejar de despertar suspicacias.
Creo que la percepción está muy deteriorada y que al final la historia no va a ser tan terrible. Como decía, las finanzas públicas se pueden enderezar si ésa es la voluntad, expresada de nuevo del gobierno. También creo que el ruido detrás de la presión inflacionaria es excesivo y que no habrá un desbordamiento.
Considero que Banxico no tendrá razones para subir las tasas en este semestre, al menos hasta diciembre y siempre y cuando la Fed haga lo propio.
Creo también que cerraremos el año con un crecimiento positivo cercano a 2.0%. Pocos cambios en el escenario para tanto ruido, ¿no cree?
El 2017 seguirá siendo un año de ajustes. Lo que debemos esperar es que la inercia global se comporte más decente de lo que lo ha hecho este año, el cual, reconózcalo, ha sido una locura en cuanto a cambios de percepción.
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