Ninguna historia que vender
Los mercados enfrentan en México un semestre todavía difícil. Cierto que hay un crecimiento que no se puede despreciar, pero este puede perder fuerza en el contexto actual. Mientras logramos ver información que demuestre que las deficiencias se corrigen, nuestro Gobierno debe pagar tasas de interés más altas y las variables siguen siendo vulnerables a los episodios de presión en los mercados. El primer semestre fue muy benigno en cuanto a rendimientos, si el segundo semestre lo será depende en mucho de lo que pase en el exterior.
No podemos decir que las autoridades en México no han hecho su tarea. Sin discutir sobre las formas, decidieron adjudicarse más discrecionalidad para en su caso intervenir el mercado cambiario. Anunciaron un programa de ajustes al interior de Pemex y un recorte al gasto público para mantener inalterado el objetivo del déficit fiscal. Por su parte, el Banco de México abandono su idea de ligar su postura monetaria a la de la Reserva federal y subió en un punto porcentual la tasa de interés.
Estas acciones han sido respuesta a un escenario de mayor debilidad de las condiciones de las variables financieras nacionales. El entorno ha sido muy cambiante en el exterior en donde las premisas fundamentales han sido la supuesta normalización de tasas por parte de la FED, la prolongación de la debilidad en el crecimiento global, la volatilidad del precio del petróleo y otros bienes básicos, el resurgimiento del resquebrajamiento en el sistema financiero europeo, y profundos temores derivados de las tendencias políticas en donde la manifestación de rechazo al esquema de soluciones actual gana mucho terreno (Brexit, Trump, etc.)
No hay nadie que suponga que la volatilidad en los mercados globales va a terminar pronto. Es fácil hacer tal deducción, hay muchas incógnitas en el aire, sobre las cuales las autoridades encargadas de resolverlas no cuentan con la credibilidad suficiente y a la vez hay valuaciones estiradas por todos lados. Los mercados han sido complacientes ante la idea de que no hay camino de alza en las tasas ni de cambio brusco en las políticas monetarias. Ante la ausencia de rendimientos, los aceptan en activos cuyo riesgo es elevado; sin embargo, este criterio ha pasado claramente a segundo término.
En un entorno global en donde lo que importa es en donde rasco para obtener cierta rentabilidad, hay dos criterios que adoptan mucha relevancia: primero, un crecimiento que garantice que las ganancias provienen de actividades rentables y segundo, unas autoridades que estén dispuestas a hacer lo que sea para sostenerlo. En muchos países es esto último lo que moviliza muchos recursos hacia activos con riesgo elevado.
En México, durante el primer semestre hemos tenido las dos cosas: Crecemos mejor que muchos países y las autoridades no han dado muestras de relajación. Por ello quizás las tasas de largo plazo han descendido (26 puntos base en el bono M a 10 años) y la bolsa supera hoy los 47 mil puntos y acumula un rendimiento superior al 10%.
Sin embargo, el crecimiento está amenazado y la debilidad estructural está por demostrar que se logró componer. En un ambiente difícil para el sector industrial, el alza de tasas y los recortes fiscales no parece que puedan sostener la dinámica que hemos visto en el consumo, más aún si la inflación da señales de presionarse y apunta a cerrar en niveles superiores al objetivo de 3.0%. Si México logra sostener el crecimiento de 2.5% del año pasado será un muy buen logro.
Por su parte, Las autoridades de la Secretaría de Hacienda tienen holgura para cerrar dentro del objetivo fiscal este año debido al remanente que les traspaso Banxico. Pero los números lo tienen que enseñar y más aún, el presupuesto del 2017 debe contener estimados creíbles que apunten al superávit primario que han anunciado. Eso lo vamos a conocer durante el semestre y también podremos observar si la cuenta corriente de la balanza de pagos muestra un punto de inflexión en su acelerado ritmo de deterioro.
Pero por ahora no tenemos una historia atractiva que venderles a los inversionistas globales más que una tasa relativa mayor. Mientras los objetivos mencionados en el párrafo anterior no se concreten, va a ser difícil evitar que el tipo de cambio se presione si los inversionistas globales vuelven a una actitud de aversión al riesgo. Y tal vez las autoridades necesiten seguir amarrando variables a través de mayores tasas y más recortes al gasto, lo cual, de sobra esta decir, implica un costo mayor y rendimientos menos favorables.
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