El riesgo detrás de las cuentas externas
La velocidad ha sido fuerte en los últimos dos trimestres, en especial, pero me parece que hay una estructura de ajustes distinta y que no estamos cerca de un riesgo similar al de 1994.
Tienen razón quienes destacan la preocupante tendencia del deterioro en la balanza comercial. La balanza comercial es el resultado de la resta de las exportaciones de bienes menos las importaciones.
De un superávit comercial anual (últimos 12 meses) en abril del 2014 de 474 millones de dólares, pasamos a un déficit de 4,471 millones en abril del 2015 y de 18,461 millones, en abril de este año.
Hay varias cosas que explican este fenómeno: uno es la caída de las exportaciones petroleras, a raíz del desplome de los precios del petróleo y la plataforma de producción; otra es la reducción en la tasa de crecimiento de las exportaciones de manufacturas ente el estancamiento que se vive desde el 2015 en el sector industrial norteamericano; una más es el escaso ajuste de las importaciones (a pesar de la depreciación del peso frente al dólar).
El déficit de la cuenta corriente, que incluye servicios como turismo y transporte, también ha acrecentado su déficit de 2.4% del PIB, en el 2013, a cerca de 3%, a la fecha. Se estima que al cierre del año, el déficit puede ser de entre 3.1 y 3.2% del PIB.
La sombra del déficit de cuenta corriente, que en 1994 llego a ser de casi 6% del PIB, hace ruido en la cabeza de varios. En aquella ocasión, nos quedamos sin dólares para financiarlo y se tuvo que registrar un ajuste recesivo relevante.
Los elementos que componen la ecuación de la balanza de pagos son distintos. Por ahora, el faltante se ha cubierto con un flujo constante de Inversión Extranjera Directa, un flujo también persistente de remesas provenientes del exterior (las transferencias que mandan nuestros paisanos que viven en el extranjero) y un flujo de inversión de cartera. En el 2015, el saldo de la balanza de pagos fue una disminución de reservas por 18,000 millones de dólares, aproximadamente.
A pesar de que hubo remesas récords (24,000 millones de dólares) y la inversión directa sumó 18,000 millones, la salida de recursos representada en los dólares que tuvo que vender Banxico al intentar estabilizar al tipo de cambio causó el descenso de reservas.
En el primer trimestre de este año, el déficit de casi 7,000 millones tuvo una compensación de casi 10,000 entre las remesas y la inversión directa; a pesar de que hubo salidas de recursos, al final la balanza de pagos tuvo un saldo positivo de 2,000 millones de dólares.
Es correcto si piensa que ante momentos de extrema volatilidad pueden salir recursos que hagan que el financiamiento de la cuenta corriente sea insuficiente.
Pero en un esquema de libre flotación cambiaria y con un nivel de reservas como el que hay (incluidas la Línea de Crédito Flexible que recién aumentó el Fondo Monetario Internacional) no parece que estemos cerca de una situación apremiante.
Por otro lado, está el ajuste que debe de reflejarse en las importaciones. Las importaciones de bienes de consumo y capital descendieron marginalmente ante un dólar más caro. Pero el grueso de las importaciones (cerca de tres cuartas partes) que son de bienes intermedios (insumos) no ajustaron a la misma velocidad que las exportaciones.
Tiene lógica pensar que el suministro de insumos no se interrumpe de manera inmediata ante una baja en la producción; así parece haber sucedido en el 2015.
Ahora tenemos que observar un ajuste en este renglón. Ya las tasas de crecimiento se han moderado.
Un aumento temporal mayor en el déficit comercial sólo se justificaría si hay una aceleración en la producción industrial de Estados Unidos, de lo contrario veríamos encenderse con mayor nitidez un foco rojo.
Mientras nuestra economía no demuestre esa capacidad de ajuste en las cuentas externas, el dólar no bajará. Si a lo anterior le añadimos la presencia de elementos que describen la ausencia de inversión de cartera, más vale vigilar que se ajusten los déficits y que las fuentes de financiamiento tradicional sigan vigentes. No estamos ante una situación extrema, como en el 94, pero sí ante una tendencia que puede dar dolores de cabeza, el principal, evitar que se estabilice el tipo de cambio.
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