Lo único aparentemente seguro
Sin duda, es un ejercicio que normalmente raya en lo absurdo y, en esta ocasión, después de virajes como el del viernes, se antojaba tirar una carcajada por respuesta. Sin embargo, intentando hacer una reflexión seria sobre cómo pueden ser las cosas en tal horizonte, llegué a la conclusión de que sí hay algo aparentemente seguro: no va a dejar de haber tasas de interés, en el mundo, sumamente bajas.
Si usted es asiduo lector de temas económicos y financieros, sabrá que después de la crisis del 2008, algunos colegas predijeron que habría una nueva normalidad en la que los crecimientos serían bajos y las tasas de interés también. Nadie podría anticipar que, al día de hoy la tasa del bono del Tesoro norteamericano a un plazo de 10 años se ubique aún en un nivel inferior a 1.50%; menos aún que las correspondientes a países como Suecia, Suiza o Alemania fuesen negativas. Si hubo algunos incrédulos con relación a dicha normalidad inédita, hoy deberían estar capitulando.
La respuesta directa a la gran incertidumbre que genera la votación del pueblo de Inglaterra a favor de abandonar la zona euro (el famoso Brexit) por parte de las autoridades monetarias parece ser el reforzamiento de posturas de relajación; eso significa la proveeduría de mayor liquidez (impresión de dinero) y la permanencia de tasas de interés muy bajas. Entre el miedo a lo desconocido y las tasas a un día (las que establecen los bancos centrales) en niveles nulos, muchos inversionistas aceptan premios cada vez más bajos, o incluso están dispuestos a pagar por invertir su dinero por varios años hacia adelante.
La descomposición de arreglos comerciales de la magnitud de la que se plantea por el Brexit significa un elemento más que se añade a la lista de factores que impiden todavía al día de hoy una auténtica recuperación económica. El exceso de capacidad utilizada, de desempleo en muchas regiones, la incapacidad para expandir el crédito, la ausencia de consumo y sobre todo, el excesivo endeudamiento, son algunos de ellos.
La fórmula para intentar reducir estos factores adversos ha sido, entre otras, castigar al ahorrador pasivo y obligarlo a base de réditos nulos a emplear su dinero en activos que implican mayor riesgo. Pero como no se ha podido consolidar una recuperación consistente, la desconfianza genera posturas defensivas y las preferencias de las que hablábamos en el párrafo anterior.
Al día de hoy de nuevo, no hay nadie en los mercados que vislumbre el coco que nos espantó (y que al final no apareció) de un aumento de tasas por parte de la Fed. El nivel de la tasa de futuros de fondos federales que determina la Fed, nos dice que hay una probabilidad mayor a 50% de que dicho rédito se eleve hasta el primer trimestre del año próximo.
Seamos pragmáticos. Si la tasa de corto plazo, que hoy se ubica entre 0.25 y 0.50%, no se va a modificar en lo que resta del 2016 y durante el año próximo, podría moverse de modo gradual; si en Europa el banco central no podrá desengancharse de su política monetaria mientras se resuelva el proceso de separación de Inglaterra (que puede durar alrededor de dos años); si Japón, al no poder recuperar el crecimiento, continuará con su estratosférico esfuerzo de inyección de dinero y si China mantiene la cautela ante su propio problema de elevado endeudamiento, no hay manera de que presenciemos en el futuro previsible tasas de interés sustancialmente mayores.
En México, Banxico tiene que lidiar con la desconfianza que a los inversionistas internacionales les genera el tamaño del déficit de finanzas públicas. La consecuencia ha sido una devaluación violenta que presiona las expectativas de inflación. Posiblemente, cuando usted lea estas líneas, ya hay una tasa de corto plazo mayor. ¿Vamos a contrapelo del resto del mundo? Lamentablemente no, las tasas de largo plazo en tan sólo dos días han descendido poco más de 20 puntos base.
Si usted es un ahorrador pasivo, considere que sus ganancias en instrumentos libres de riesgo tienen un tope y lo mantendrán por un tiempo muy largo.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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