Columna: Preocuparse por la herencia, no por la sucesión (segunda parte)
Columna: Preocuparse por la herencia, no por la sucesión (segunda parte).
Mantener la intensidad de gasto y su orientación en el inicio del próximo sexenio, si no son acompañados de mayor generación de ingresos, puede deteriorar la situación que ya de por sí pinta débil.
La semana pasada le expuse que existen elementos que podrían prevenir un desajuste de las variables financieras en este periodo de transición de gobierno.
La razón fundamental era la persistencia de una estructura de ajuste de la economía basada en la disciplina fiscal, el bajo endeudamiento, la acumulación de reservas, la apertura de la economía y un esquema de tipo de cambio flexible.
Desde luego, esta aseveración no nos exenta de importantes retos a los que se enfrentará el gobierno entrante, gane quien gane, y que pueden generar una inestabilidad importante. EL principal es el deterioro de las finanzas públicas.
La actual administración navegó hasta el 2023 ajustándose a la máxima de no aumentar el déficit fiscal. Este resultado se logró gracias a un importante aumento en la recaudación de impuestos; entre 2019 y 2023 ésta pasó de equivaler al 11% del Producto Interno Bruto (PIB) a 13 por ciento.
Es plausible el cobro que se hizo de adeudos a grandes empresas y la eliminación de la subcontratación (outsourcing), entre otras medidas; no obstante, otras acciones ayudaron también a obtener recursos, como el agotamiento de Fideicomisos, algunos muy importantes como el Fonden, así como los recortes de presupuesto en muchas entidades de distinta índole en donde destacan las autónomas.
Otro tema es la asignación del gasto. Aquí la disciplina no hace lujo de presencia; las políticas respondieron a decisiones más bien discrecionales.
El gasto se reorientó hacia un esquema de reparto. De acuerdo con el presupuesto 2024, el gasto en los programas prioritarios ascenderá a 741,000 millones de pesos.
Otro rubro hacia donde se desvió el gasto fue en los apoyos a Pemex y las empresas productivas del estado; aquí se propusieron apoyos por 456,000 millones de pesos solo a Pemex y CFE.
A lo anterior hay que sumar los recursos invertidos en las obras emblemáticas como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el desarrollo del Istmo de Tehuantepec.
De este modo, al final del sexenio, el balance público pasó de un déficit de 1.7% del PIB en 2019 a uno de 5.0% del PIB en el cierre de 2024, de acuerdo a lo presupuestado.
Como puede ver, las finanzas públicas estarán muy apretadas para quien gobierne en el 2025. Resarcir el déficit implicaría medidas que de alguna manera derivan en una mayor probabilidad de incumplimientos de varia índole:
a) Incumplimiento a las promesas de campaña. Revertir el crecimiento que implica el traslado de recursos a la población, el pago de pensiones a adultos mayores y los programas sociales, o bien, aumentar impuestos.
b) Incumplimiento en la entrega de obras. Los proyectos emblemáticos no estarán finalizados para dentro de 7 meses; ello implica que necesitarán recibir recursos en cantidades que posiblemente sigan siendo cuantiosas, algo que luce más difícil.
c) Incumplimiento en la estabilidad de las empresas productivas del estado. El gobierno ha apoyado a Pemex con 1.65 billones de pesos desde el 2019. Seguramente la ineficiencia operativa seguirá demandando recursos, lo mismo que otras entidades paraestatales.
d) Incumplimiento en la generación de una base de crecimiento de largo plazo. Reposicionar el sector salud, la educación y apuntar a un ambiente de mayor seguridad necesitan no solo una política adecuada, sino mucho dinero.
Mantener la intensidad de gasto y su orientación en el inicio del próximo sexenio, si no son acompañados de mayor generación de ingresos, puede deteriorar la situación que ya de por sí pinta débil.
No hace falta tener el tamaño de la deuda que tienen países como Estados Unidos u otros desarrollados, basta que se acelere el crecimiento de la misma forma para que haya repercusiones en las opiniones de las calificadoras y en la demanda de mayor premio por riesgo por parte de los inversionistas globales.
La preocupación sobre una afectación de la transición en las variables financieras se centra más en el 2025 y 2026, no en el evento específico de las elecciones, de ahí el título de esta colaboración.
El siguiente gobierno debiera considerar el regreso de algunos esquemas como las asociaciones público – privadas para la inversión en proyectos, así como reorientar algunas políticas para que impliquen una menor carga financiera. El margen de maniobra de la continuidad es bastante estrecho.
Columna: Preocuparse por la herencia, no por la sucesión (segunda parte)
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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