Se trata de un paracaídas, no de un propulsor
Me gustó mucho la analogía que escuché sobre los estímulos monetarios y fiscales. Se trata de un paracaídas; cuando éste se despliega, el efecto inicial parece ser de un salto hacia arriba, pero en realidad es sólo un freno en la velocidad de la caída.
El tono que muestran algunos datos referentes a una incipiente recuperación en la economía no nos llevará, por ahora, a una situación mejor, simplemente muestran la amortiguación en el golpe provocado por la pandemia, uno que aún es muy severo.
Los inversionistas a nivel global han estado concentrados en las famosas reaperturas y en los indicios de una recuperación.
A principios del mes recibieron noticias que los entusiasmaron. Por una parte, el proceso de reapertura prosigue; en segundo lugar, algunos datos económicos referentes al mes de mayo registraron una mejora con relación a los vistos en abril.
Con lo anterior se alimentó la propensión de los inversionistas a tomar activos de mayor riesgo en los mercados. Las bolsas en Estados Unidos recuperaron todas sus pérdidas, el dólar se debilitó y en general el mercado de deuda restituyó valuaciones, en algunos casos cercanas a las vistas antes de la crisis.
Mucho hemos hablado sobre la distorsión que provocan estos estímulos. La más obvia es que lo que pase en los mercados no resulta ser un “termómetro” que refleja lo que pasa en la economía.
Desde el final de la crisis financiera del 2009 persiste una postura de contención por parte de los bancos centrales que dio lugar a una estabilización, pero también sostuvo una frágil situación de crecimiento.
Recuerde los últimos dos años. Cuando la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) decidió que la economía funcionaba tan bien que podía permitirse retirar estímulos en el 2018, ello implicó dejar de recomprar bonos y elevar las tasas de interés, con lo cual los mercados se desplomaron.
¿Qué sucedió después? La Fed, el año pasado, reinició los estímulos y comenzó a reducir las tasas de interés para lograr sostener el bajo crecimiento que se perfilaba gracias a las disputas comerciales entre Estados Unidos y China.
Llegamos a la aparición del Covid-19 ya con estímulos en marcha y la Fed diciendo que veía a una economía robusta. Cuando esta imagen desapareció y se gestó el confinamiento, la Fed reaccionó muy ágilmente y con toda su fuerza para contener el desastre en el mercado de crédito, reducir las restricciones a las condiciones financieras de financiamiento para los agentes y financiar al gobierno en una mayor proporción.
Los mercados rebotaron con fuerza y debo reconocer que un servidor, tal vez como muchos otros, llegamos a pensar durante la semana pasada que quizás estábamos sobre estimando la profundidad de la recesión; y también quizás que habíamos subestimado la fuerza de los estímulos de las autoridades.
El día de ayer 10 de junio, el Comité de Operaciones de Mercado Abierto de la Fed se encargó de tranquilizarnos al declarar que los daños provocados por la crisis sanitaria serán fuertes en el corto plazo y representan riesgos elevados en el mediano. Estiman una contracción del PIB en este año de 6.5 por ciento.
Dado lo anterior, no visualizan la necesidad de retirar los estímulos y en sus proyecciones consideran que la tasa de referencia será de cero al menos los dos siguientes años.
Tal vez en mayo y junio estemos presenciando el efecto de la apertura del paracaídas, pero no una reversión de la baja y mucho menos una tendencia rumbo a una situación de mejora.
El desempleo será elevado. Una vez que se gasten, o se ahorren, los ingresos que el gobierno le otorgó a muchos individuos volveremos a observar una demanda débil.
El retorno, en el mejor de los casos, será hacia un crecimiento débil, tan débil como el que ha hecho que la Fed no pueda cambiar su postura durante más de diez años.
Las distorsiones en los mercados seguramente persistirán. Con el estímulo asegurado es difícil que veamos un derrumbe de las bolsas o un corto circuito en los mercados de crédito.
Seguiremos viendo anomalías. Las noticias sobre señales de un rebrote de contagios en Texas, California y Arizona podrían reprimir a los mercados por ahora.
En cuanto a México, la ausencia de estímulos proporcionales a los vistos en otras economías y el pobre manejo de la crisis sanitaria seguramente nos arrojarán descensos más fuertes en el PIB.
Con un gobierno con recursos escasos y con prioridades equivocadas, no entraremos a una etapa de crecimiento positivo. No la tenemos desde el primer semestre del 2018. Si regresamos a donde estábamos, seguiríamos sin crecer.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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