Sobre el severo ajuste
Los inversionistas han decidido que la racha de grandes rendimientos en las bolsas de los Estados Unidos, registrada en los últimos nueve años, debe terminar. Los ajustes del día de ayer, y de los días previos, son importantes. Se han roto parámetros técnicos que habían resistido con solidez en bajas previas. Como ya lo habíamos comentado incluso la semana pasada, el futuro inmediato luce complicado para las inversiones financieras, hay pérdidas que ya se registran en este mes y escasos rendimientos en el futuro previsible.
Las causas de la corrección se aglutinan en la narrativa de escepticismo con relación a la capacidad de la economía norteamericana de sostener la elevada tasa de crecimiento registrada en el segundo y tercer trimestres; en especial en un entorno global que tira claramente hacia un menor crecimiento.
Al final, parece que la percepción que se impone es que el rumbo de la economía global afecta a los Estados Unidos. Los más recientes indicadores describen una economía en donde la construcción de hogares se estanca, la producción industrial reduce sus tasas de crecimiento, las tasas de interés suben y, lo más importante, el crecimiento de utilidades de las empresas pierde vigor.
Ayer fueron empresas como Texas Instruments y STMicroelectronics, el día anterior Caterpillar, las que presentaron un estimado decepcionante de ingresos en el futuro derivado de la ralentización del crecimiento global y de estimados de crecimiento menos fuertes en Estados Unidos.
Estas noticias le dan fuerza a la percepción general de los inversionistas con relación a un crecimiento menor hacia adelante que ya se venía discutiendo, derivado de la guerra comercial, así como del fin del impulso provocado por la baja de impuestos activada en 2017.
Esta vez la corrección es grande. Su magnitud está directamente relacionada con la racha prolongada de ganancias. Desde su punto más bajo en marzo del 2009, los principales índices en Estados Unidos habían subido de forma espectacular. El Dow Jones y el S&P500 registraban en esos nueve años y medio una ganancia cercana al 340%; tan sólo en los últimos dos años el alza fue de 58% aproximadamente. El índice Nasdaq, que incluye a las empresas de alto crecimiento, subió en ese mismo periodo 540% y desde 2016 se había duplicado.
Las correcciones actuales no pintan contra esa magnitud de ganancias, pero la velocidad da miedo. Caídas de 9.5% y 12% en el S&P y en el Nasdaq respectivamente durante octubre, eliminan las ganancias que se acumulaban en el año. Esto se añade a la debacle en el exterior, caídas acumuladas de entre 22% y 27% en mercados de Europa, China y el grupo de mercados emergentes.
Lo preocupante es que no hay detrás de esta corrección un factor específico, como lo fue la quiebra del sector hipotecario y bancario en el 2008. Ahora lo que hay es una decepción con respecto al crecimiento y la presencia de tasas de interés mayores que quitan incentivos a la bolsa.
La FED puede moderar su discurso con relación a las tasas, pero se percibe que una solución más satisfactoria debería de provenir de decisiones de tipo político que cambien el rumbo de las cosas con relación al tema comercial y al tema de conflictos entre regiones, algo que no parece sucederá pronto. El ajuste entonces se puede prolongar y convertirse en lo que las bolsas europeas o emergentes han mostrado en nueve años: un nulo rendimiento.
En México la bolsa sólo se ha ajustado 7% en octubre. El año ha sido de vaivenes sobre un rango estrecho. Sin embargo, hay que reconocer que el mercado no tuvo previamente los rendimientos espectaculares de sus contrapartes norteamericanos, más bien un retorno nulo desde 2016. Aquí preocupa que, al contexto de corrección global, se le añade la fuerte incertidumbre provocada por las decisiones que parece querer tomar el nuevo gobierno, que ya han deteriorado al país y que pueden restar atractivo a nuestra bolsa incluso si es que hay una recuperación de la percepción de los inversionistas.
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