Entre nervios
No hay discusión que no apunte hacia un futuro complicado para los mercados. Por eso los inversionistas encuentran argumentos fácilmente para refugiarse. Aunque la realidad es buena, sólo en Estados Unidos, los temores cunden con relación a su duración y a un posible contagio de la desventura del resto del mundo.
Ya le habíamos advertido: el cuarto trimestre apunta a rendimientos pobres y no está de más jugar con simpleza.
No sólo el temor de un alza veloz de tasas juega en contra de los inversionistas globales, también lo hacen los temores relacionados con el crecimiento.
Si bien la economía de Estados Unidos muestra una fortaleza que impresiona, al mismo tiempo hay señales incipientes que apuntan a un crecimiento menos veloz hacia adelante. Veamos algunas.
Los indicadores de sorpresa económica, que tradicionalmente anticipan el ciclo del crecimiento, llevan varios meses descendiendo, lo cual no es sorprendente ante la desaceleración que hemos presenciado en el crecimiento de China, Europa, Japón y mercados emergentes a lo largo de los últimos meses.
En Estados Unidos, las ventas comerciales en agosto y septiembre han mostrado un estancamiento; podemos descartar los ajustes estacionales, ya que no son tradicionales en esta época.
Agregue el indicador de crecimiento de la producción industrial de septiembre creciendo a una tasa menor a la de agosto; los ajustes del indicador de confianza del consumidor y, el nulo incremento de los permisos de construcción y la misma edificación de hogares.
Todos estos indicadores señalan a un crecimiento menos veloz, no en balde el aumento estimado del PIB que calcula la Reserva Federal de Atlanta para todo el tercer trimestre, aunque sigue siendo alto, ha venido corrigiendo a la baja desde finales de agosto.
Hay varios analistas que debaten sobre el advenimiento de una posible etapa de muy bajo crecimiento, e incluso una recesión. Muchos de ellos se basan en la idea, tal vez muy tradicional, de que el ciclo de crecimiento positivo se ha prolongado más de lo normal.
Pero a estas voces muy ortodoxas les están dando validez los datos que mencionábamos en el párrafo anterior y más aún la evolución de algunos asuntos como el alza de los precios del petróleo, cuyo motivante principal son las sanciones a la exportación Iraní, la cual puede mantener el aumento de los precios de la gasolina y desinflar la vorágine de consumo del verano norteamericano; o bien, la dichosa guerra comercial, que en la semana pasada fue el argumento principal del Fondo Monetario Internacional para ajustar su estimación de crecimiento global a una tasa similar a la del 2018 y también su proyección en varios países de Europa y Asia.
Por último, hay el debate sobre la duración del impulso fiscal derivado de la reducción de impuestos aplicada en Estados Unidos a finales del año pasado. Hay quienes temen que el impulso sea poco duradero y que resulte en trimestres de crecimiento anual menos fuerte debido a la gran base de comparación.
De este modo se puede explicar cómo, si la economía norteamericana está funcionando tan bien, hay un sentimiento de duda entre los inversionistas que acelera la venta de posiciones cada vez que suben las tasas de interés o se acentúa la amenaza contra el crecimiento a través del surgimiento de conflictos en el tema comercial o político.
Hasta ahora, la tendencia de las tasas le ha quitado un buen motor a las posiciones en Bolsa para mantener las extraordinarias ganancias que habían registrado en años anteriores y ha provocado un par de correcciones al menos visibles en los gráficos. Pero si esta elevación de los costos de financiamiento se conjunta con una etapa de desilusión con respecto al crecimiento más sólida, la expectativa de ganancias en los mercados debiera ser muy modesta. Reiteramos nuestro augurio: escasos rendimientos en el cierre del año en casi todas las clases de activo.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Entre-nervios-20181017-0112.html
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