El lado positivo
Me llamó la atención el análisis sobre el último reporte de la confianza del consumidor recientemente publicado por el INEGI. Básicamente los individuos perciben una situación favorable en lo individual y en cuanto al país en general mantienen una visión muy adversa y pesimista. El reciente movimiento de revaluación del peso no deja de ser sorpresivo si tomamos en cuenta la percepción de los inversionistas con relación a México que existe desde finales del año pasado. ¿Qué hay de nuevo? Bueno, creo que hay algunos factores que para México lucen positivos a pesar de todo, déjeme enumerarlos.
En primer lugar, no es entendible observar estimaciones, datos y una percepción tan optimista con relación al crecimiento económico en Estados Unidos y dejar de pensar que dicha dinámica se debe transmitir a México. De hecho esta es muy visible, el rubro de las exportaciones totales por ejemplo ha pasado de crecer a una tasa promedio anual de 3.5% en junio a una de 8.0% en noviembre.
La información sobre el empleo formal y sobre los flujos de comercio sigue siendo muy positiva dentro de estos rubros. Claramente el sector manufacturero está manifestando la buena situación del sector industrial norteamericano.
¿Por qué las cifras de producción industrial no reflejan eso? Bueno, la debacle del sector de producción energía, en especial de petróleo; así como el efecto del crecimiento anual negativo en el sector de construcción juegan en sentido contrario. La colaboración que podría haber generado la recuperación del sector exportador manufacturero se contrarrestó. Pero es sensato pensar que si las expectativas de crecimiento son muy favorables (créame, lo son) con relación a la dinámica del PIB norteamericano, esta condición debe prevalecer.
En segundo lugar, el mayor crecimiento en Estados Unidos implica una mayor oferta de empleos para los trabajadores mexicanos que residen allá. Ya el año pasado recibimos un monto récord de remesas familiares de alrededor de 27 mil millones de dólares. La cifra es similar al dato registrado en el 2016, sin contar con el beneficio de la devaluación del peso, eso quiere decir que hay una mejoría real en este flujo.
En tercer lugar, la dinámica del consumo parece estancarse pero es difícil suponerla en una etapa en donde los gobiernos harán una derrama consecuente con las campañas electorales. Es la mayor elección en la historia de México. Se elegirán cerca de 3000 puestos públicos incluyendo la presidencia. Si en otros momentos en el tiempo hemos visto una dinámica de gasto fuerte, ¿por qué no será así en esta ocasión?
Si lo ve bien, de nuevo, a pesar de lo gris del panorama, las condiciones parecen apuntar a que México tendría en el 2018 otro año de un crecimiento positivo modesto cercano al 2.0%.
Hay elementos que pueden ser disruptivos a la larga. La reforma fiscal aprobada en Estados Unidos podría reducir incentivos a la inversión extranjera. Por otro lado, una interrupción del TLCAN generaría una expectativa pobre, pero la afectación directa tomaría su tiempo en aparecer.
Todavía pienso que los flujos comerciales con Estados Unidos no se interrumpirían por un plumazo; también pienso en una oposición ágil que en el Congreso de Estados Unidos pudiera revertir tal expectativa incluso antes de terminar el año; si es que se presenta. También es poco descabellado pensar que en un proceso poco protestado el ganador de las elecciones en México maneje un discurso pro-mercado.
En resumen, el panorama de México luce vulnerable, pero la posibilidad de que 2018 se convierta en un año en que de nuevo los pesimistas dejen dinero sobre la mesa está abierta. Por último, considere que estas ideas solo hablan, en un sentido pragmático, de que la visión sobre México tiene lados positivos. De ningún modo negamos los problemas estructurales que hay y que heredará el nuevo gobierno.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-lado-positivo-20180117-0122.html
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