La temporalidad permanente
En su más reciente comunicado la Junta de Gobierno del Banco de México volvió a expresar que el balance de riesgos con relación a la inflación se deterioró y actualmente tiene un sesgo a alza. La inflación seguirá siendo tema de atención en el mercado porque su descenso ha sido más moderado de lo que se anticipó para estas fechas y porque hay factores que pueden presionarla en los siguientes meses; en especial la renovada volatilidad del tipo de cambio.
La trayectoria que ha observado la inflación hasta el mes de agosto tuvo, digámoslo así, tintes de normalidad. Después del fuerte choque del aumento de las gasolinas, lo que vimos fue una inflación en términos anuales que fue subiendo en la medida en que se reflejaba la mayor inflación en mercancías, servicios y componentes volátiles con relación a los mismos meses del año pasado, en donde la devaluación del peso causo un impacto relativo menor.
De este modo la inflación anual registró un máximo de 6.66% en agosto. A partir de entonces se ha registrado un descenso, mucho mayor en septiembre que en octubre, pero que sitúa a la inflación anual muy por encima de lo que se anticipaba en un nivel cercano al 6.3%. Sobre esos números el panorama se ha deteriorado.
Hemos vuelto a ver incrementos significativos en la inflación no subyacente. Aquella que incluye bienes y servicios en donde la fluctuación de precios es volátil. En especial, después de haber registrado variaciones negativas (es decir, descensos en precios) entre marzo y julio, el subíndice de energía ha vuelto a registrar inflaciones muy altas en septiembre y octubre (de 1.7% y 5.3% respectivamente). Esto ha dado como resultado que la inflexión de precios que se observó en tal subíndice se haya perdido y de nuevo se ubique muy cerca de su nivel máximo del año. Aumentó el precio del gas natural de manera relevante, también se observó un incremento marginal en los precios de las gasolinas y las tarifas de luz aplicaron el tradicional aumento estacional en invierno.
El Banco de México, al mismo tiempo que reconoce el deterioro del entorno, afirma que estos incrementos son temporales y que eventualmente habrá una convergencia hacia una menor inflación. El problema es que a los ojos de muchos inversionistas, la acumulación de eventos temporales ha dado lugar a un estrés permanente con relación a la inflación y a su expectativa hacia adelante.
Y ahora se ha vuelto a presionar el tipo de cambio. Y son muy latentes los riesgos de una evolución desfavorable del proceso de negociación del TLCAN y es mayor la posibilidad de aumentos más acelerados a las tasas en el exterior por parte de la FED. Es probable que si las noticias no son positivas en estos temas, o se genera un letargo importante de cautela, las expectativas con relación a la inflación del 2018, que hoy se ubican en 3.8%, tiendan a subir.
El Banco de México tendrá que ser muy activo desde ahora en afianzar su posición, en la defensa ante la volatilidad del peso, en ampliar la venta de coberturas, y en última instancia en aumentar las tasas, lo que al parecer se está volviendo de nuevo necesario. Dentro de esas medidas no sería mala idea también actuar rápido en proponer al nuevo gobernador, y no añadir un efecto temporal adicional (llámele interinato o ausencia de un participante) que no ayudaría nada a la tranquilidad de los agentes.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/La-temporalidad-permanente-20171115-0125.html
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