El dólar como instrumento de inversión contiene riesgos

Es obvio que si la decisión es mantener una parte de su patrimonio fuera de México, invertido en otros mercados y sin la consideración de regresarlo (a pesar de la atractiva ventana de oportunidad fiscal que abrió el gobierno), este contenido no le va a parecer relevante.
Sus inversiones en el exterior se deben juzgar con base en los rendimientos que son asequibles en los lugares donde invierte y sin considerar el cambio a pesos.
Pero muchos inversionistas evalúan el desempeño de sus inversiones en pesos. Después de dos años y una devaluación acumulada de aproximadamente 40%, más las amenazas que representan las intenciones políticas del presidente Trump, es entendible que haya la idea de permanecer invertidos en dólares. Inclusive de comprar más.
Cuando algunos inversionistas me indicaban su idea de reducir riesgos comprando dólares, me sentí obligado a mencionarles que no necesariamente lo que estaban haciendo es reducir la posibilidad de registrar minusvalías.
La pura concentración o la ausencia de diversificación son muy relevantes. Por supuesto que aun ahora hay muy pocos argumentos para justificar la idea de vender dólares o bien de reducir la exposición a los mismos en un portafolio.
México aún debe hacer una tarea que hasta hoy está todavía muy incompleta; la reducción del gasto público no satisfizo a los participantes en el mercado, las cuentas externas siguen siendo vulnerables y la incertidumbre proveniente de lo que haga el nuevo gobierno en Estados Unidos es muy elevada.
Más aun, se aproxima un entorno político delicado a la luz de las elecciones presidenciales del año próximo, imposible contradecir a quien ponga tales argumentos sobre la mesa.
Pero en enero, ninguno de esos factores desapareció y el dólar al final registró un regreso relevante. A pesar de lo incierto del futuro y del entorno adverso, considere desde una óptica pragmática estos tres factores:
El peso alcanzó un nivel de subvaluación muy grande. Los precios relativos indican que México es muy barato tanto en bienes y servicios como en el precio de muchos activos.
Las tasas de interés son mayores y deben seguir subiendo esta semana para afianzar la idea de que las inversiones financieras también son una alternativa. La cadena de aumentos en la inflación es menos preocupante ante la visión de que, al menos en febrero, no hubo necesidad de aumentar combustibles, y lo que muchos pensaron que serían las prioridades del nuevo gobierno en Estados Unidos: reducción de impuestos, gasto en infraestructura y desregulación, han sido postergadas por políticas (comercio e inmigración) que han sumergido a la administración en un posible pantano legal.
Si bien no es posible asignar el adjetivo de definitivos a estos factores, es un hecho que colaboraron en el movimiento reciente de fortaleza del peso.
Hoy en día nadie puede prever si caeremos en una espiral de menor crecimiento y mayor devaluación.
Pero si la decepción crece con relación al repunte americano, se diluye el temor de aumentos violentos en las tasas, se retrasa el rompimiento del TLC, etcétera. Bien podríamos ver menores presiones y un tipo de cambio que siga empujando a la baja.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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