Excluidos de la moderación
No obstante, la inflación que se reportó indica que en el 2016 fue de 2.1%; más aún, la inflación subyacente, aquella que excluye movimientos de rubros volátiles como energía y alimentos se ubicó el año pasado en 2.2 por ciento.
La inflación rebasa el objetivo impuesto por la Reserva Federal (FED). Ello justifica la expectativa de más elevaciones a la tasa de referencia por parte de dicho organismo. De hecho, la expectativa plasmada en la cotización de los futuros de la tasa de fondos federales pronostica al menos tres aumentos de un cuarto de punto a las tasas de referencia.
Mismo lo confirmó la Presidenta Yellen. ¿Cómo es que entonces las tasas de largo plazo no suben más?
Hay dos argumentos muy lógicos. Uno, es que la expectativa de inflación hacia adelante no contempla una aceleración mayor. Las expectativas de largo plazo reflejadas en la diferencia entre la tasa nominal y la tasa real de un bono del tesoro no superan el 3 por ciento.
Los participantes consideran que no habrá suficiente fuerza en el repunte de la inflación y que con tres aumentos a la tasa de referencia será posible controlar su dinámica; es decir mantenerla estable.
El otro argumento, que apunta a la misma conclusión, es que las medidas de impulso que la nueva administración pretende generar acarrean ahora más dudas que hace algunas semanas; o dicho de otra forma, generan menos entusiasmo.
En semanas recientes hemos visto en varias publicaciones especializadas referencias a la presencia de una inflación, en varias regiones del mundo desarrollado, que no existió por casi una década.
Hay que destacar que en la mayoría de los casos se habla de la tendencia a la desaparición de la amenaza de deflación que se llegó a sentir todavía hace un año. Al parecer el retorno de la inflación, según lo perciben los mercados, no es aún hacia registros todavía muy elevados.
Si la percepción descrita prevalece; es decir, si la concreción de políticas de la nueva administración no consolida la idea de un crecimiento mucho mayor, ni la expectativa de una inflación que vaya más allá de los niveles actuales; entonces podríamos ver durante todo este año a la FED actuando con parsimonia y a las tasas de largo plazo presentando un comportamiento mucho más estable que el que vimos entre noviembre y diciembre del año pasado.
En México no podemos decir que estamos en la misma situación. La perspectiva de inflación para este año, hasta el momento, es de una tasa de alrededor del 5%, según lo confirmó el mismo gobernador de Banxico la semana pasada.
No obstante, es una expectativa muy endeble, principalmente por la incertidumbre que hay con relación al tipo de cambio.
Ya lo decíamos la semana pasada, es imperioso generar la percepción de estabilidad en el tipo de cambio para poder afianzar una expectativa de que la inflación no va a seguir escalando.
Hasta hoy los futuros de la TIIE descuentan una tasa de referencia que crecerá todavía un punto porcentual y que cerrará el año en niveles cercanos al 7.0%. Las tasas a 10 años se cotizaron en un nivel de 7.69 por ciento.
¿Es posible que lleguemos a ver que la parte larga de la curva deje de moverse en sincronía con la parte corta? Sí, siempre y cuando haya la idea de que las acciones adoptadas servirán para contener a la inflación; para eso se necesita que el tipo de cambio deje de presionarse.
Eso aún no está sobre la mesa. Nada más con las declaraciones del futuro Secretario de Comercio norteamericano en su comparecencia ante el Congreso de que la prioridad es renegociar el TLC, el dólar subió 40 centavos y llegó a $22 pesos.
Tal vez las circunstancias juegan en contra, pero no ayuda mucho que el Banco de México intervenga como lo ha hecho hasta ahora. Como están las cosas, no hay argumentos para dejar de ser cautelosos con las tasas y el dólar por el momento.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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