Esto aún no termina

Una parte relevante del problema de control de la volatilidad en las variables de México recae sobre las expectativas de inflación. El asunto reside en la incertidumbre que hay sobre el precio del dólar y también en la incredulidad que entre los agentes existe sobre la inflación (actual y esperada). Una mirada intuitiva sobre ambos temas, y sobre el contexto en que estaremos inmersos el año próximo, nos dice que las malas noticias pueden continuar.
En el contexto actual el dólar seguirá subiendo. Hay que ser pragmáticos: A un escenario adverso en donde figuraban la fragilidad financiera del gobierno y el deterioro de las cuentas externas, se han añadido factores que incrementan fuertemente el riesgo de que la situación empeore.
Por una parte está la amenaza proteccionista y antiinmigrante del nuevo Gobierno norteamericano.
Estas son medidas que afectarán negativamente el comercio exterior y los flujos de capitales en el futuro (No sólo en inversión directa, sino en las remesas que envían los paisanos que aún trabajan en Estados Unidos).
No sabemos la magnitud pero sabemos la dirección del golpe: Habrá una menor perspectiva de crecimiento del país quizás por varios años.
Por otro lado, el contexto mundial no sugiere que la inestabilidad de los mercados financieros termine.
La política de relajación fiscal en Estados Unidos abre la puerta a una posible dinámica más acelerada de alza de tasas por parte de la Fed.
Asimismo, no hay que olvidar que en el transcurso de los siguientes meses habrá nuevas elecciones en Europa (Italia, Francia, Alemania) que pueden definir aún más un ambiente de incertidumbre. Los movimientos de los tipos de cambio y la respuesta de los bancos centrales garantizan un entorno volátil y poco propicio para la estabilidad en mercados emergentes.
Con una mala perspectiva de crecimiento, con mercados globales inestables y con los problemas de las cuentas publica y externa aún sin resolver; más la incertidumbre (y la polarización) que seguirá creciendo en el entorno político local conforme se acerquen las elecciones del 2018, el peso seguirá siendo una moneda frágil y no es descabellado pensar en niveles todavía mayores.
La inflación ha sorprendido por su estabilidad e inquieta fuertemente a todos los actores. ¿Cómo es posible que ante una devaluación de 37% acumulada no se refleje en mayores precios?
Aquí hay que ponderar las acciones del gobierno. La inflación no se manipula en su cálculo. Estadísticamente la medición de la inflación es correcta.
Podría discutirse que algunos ponderadores en algunos rubros no son fieles a la realidad, pero éstos no se alteran a discreción y siguen un proceso hasta donde sabemos riguroso.
Ahora bien eso no quiere decir que las autoridades no hayan influido fuertemente en la contención del aumento de precios. Lo hicieron en el 2015 al reducir los incrementos en combustibles y electricidad, así como este año haciendo lo propio con el gas natural. Lo hicieron también forzando la baja en precios de telefonía celular.
Asimismo, contaron con la fortuna de que el fenómeno de El Niño no impactó en México como en Sudamérica y los precios de bienes agropecuarios incluso se redujeron en una proporción mayor que el aumento del dólar.
La inquietud es que ya no hay elementos para revertir la presión inflacionaria. Ésta ya está presente. En los subíndices de mercancías, o en los precios al productor hay una inflación que está tomando velocidad al alza. Y ahora el gobierno tiene poco con que contrarrestarla. Al contrario, tiene problemas de ingresos que tiene que resarcir, sobretodo si el crecimiento corre el riesgo de ser menor.
De este modo, el gobierno parece obligado a subir la gasolina (en su proceso de liberalización) al menos en porcentajes de entre 10 y 12% (similares a los registrados hasta el 2014). Parece que tendrá que ajustar algunos precios públicos más. La inflación según nuestra visión subirá de manera más acelerada en los próximos meses y la inflación del 2017 será, como mínimo de entre 4.25% y 4.5%, siendo benévolos.
Por eso el Banco de México subirá las tasas de interés de referencia posiblemente en 75 o 100 puntos base. Y lo seguirá haciendo en los meses que vienen. ¿Hasta dónde?
Es difícil saberlo, no parece que la pura tasa sea suficiente mientras haya tanta incertidumbre y la confianza permanezca deteriorada.
Autoridades más enérgicas, con planteamientos más duros para corregir el deterioro fiscal o para moderar el ajuste cambiario, podrían eliminar un poco este desanimo, pero, a juzgar por el pasado reciente, no presenciaremos mucho en ese aspecto. Al parecer, los ajustes aún no terminan y sin duda pueden ser más graves de lo que han sido hasta ahora.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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