La reversión de febrero
Al cierre de febrero, vimos a muchos mercados presentar una reversión de las fuertes pérdidas sufridas el mes anterior. A dos meses de iniciado el año, hay mucho nerviosismo y poca convicción, pero la composición de rendimientos indica una clara intención de los inversionistas globales de reducir la exposición al riesgo en sus portafolios.
Los resultados aparentemente estables siguen siendo en realidad endebles a la luz de los eventos macroeconómicos.
Terminó febrero y el desastroso inicio de año cambio de cara. En las últimas tres semanas del mes se registró un aumento de los precios del petróleo, una recuperación de las bolsas y una nueva caída en las tasas de interés de largo plazo en los mercados mundiales. Las grandes pérdidas de enero en algunos casos se volvieron relativas y en otros se convirtieron en ganancias.
¿En qué ha cambiado la convicción de los inversionistas? Nos parece que en poco. Simplemente los acentuados temores de enero se moderaron en el mes pasado. Aun así, seguimos observando que la mayoría de los inversionistas mantienen en general cierta aversión al riesgo.
Enero fue un mes cargado de historias atemorizantes: la desaceleración de China y su posible aterrizaje violento, tasas de interés negativas, menor liquidez en mercados de deuda, excesiva fortaleza del dólar, amenaza de recesión, el desplome de los precios del petróleo, mercados emergentes en crisis y la aparición de temores en el terreno político por la creciente popularidad de candidatos populistas en Norteamérica, Europa y varios países emergentes.
La respuesta de los inversionistas ante tal entorno fue reducir la exposición al riesgo en sus carteras; ello implicó la reversión de las posiciones que el año pasado fueron exitosas. De tal forma, vimos a las bolsas en los mercados desarrollados contraerse fuertemente y a los mercados emergentes registrar la decepcionante historia que usted ya conoce.
Otra evidencia del movimiento táctico que tuvieron las carteras fue la de cerrar posiciones de venta en corto. Una posición en corto implica la apuesta a que el precio de un activo va a caer en el futuro; si tal convicción desaparece, cerrar la apuesta significa comprar tal activo para cumplir con el compromiso a un precio menor. De este modo, además de ver la reversión de precios que habían crecido mucho, en el año hemos visto el alza de precio en activos que estaban muy desamparados hasta el cierre de enero, como el oro, los metales básicos e incluso el petróleo.
Dos preguntas son necesarias: Una: ¿es el 2016 el año en que veríamos un comportamiento tan fielmente contrario a lo que pasó en el 2015 en cuanto a rendimientos?; es decir, subirán el oro y el petróleo o se caerán las bolsas y el dólar. No parece por ahora, al menos si nos atenemos a los fundamentales.
De ahí la otra pregunta: ¿están todos los factores que desataron temor entre los inversionistas clarificados como para esperar mercados menos volátiles y rendimientos positivos? Nos parece que no. Siguen persistiendo las dudas. Quizás el único cambio significativo ha sido la presencia de datos más alentadores con relación a la economía de Estados Unidos; sin embargo, en el mundo prevalece la sensación de un crecimiento débil y de problemas relacionados con la alta valuación de los bonos y con segmentos como el de energía o los países emergentes aún en fases críticas.
La fragilidad de los factores que sustentan la reciente alza de los mercados, incluyendo la expectativa de que los bancos centrales de China, Japón y Europa intensifiquen sus políticas monetarias expansivas, necesita confirmaciones que no van a aparecer de la noche a la mañana. Lo único en que han sido acertadas las premoniciones desde el inicio del año es que habría mercados volátiles y vaya que lo han sido. No se confíe de lo que ha visto en los días más recientes, el ambiente aún está cargado de elevado riesgo.
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Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en su versión online.
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