Las características perversas del presupuesto
Para el año que viene, en la primera mitad Hacienda cuenta, aunque no lo dice, con el remanente de utilidades del Banco de México que para el 2020 sería grande si se mantiene el tipo de cambio en niveles similares a los actuales.
Muchos clientes y amigos nos piden comentar el paquete de presupuesto fiscal que la Secretaría de Hacienda ha propuesto al Congreso.
Una buena parte de los señalamientos se concentran en los Criterios de Política Económica, es decir, en los pronósticos que asume el gobierno federal para determinar cuáles serán sus ingresos y sus gastos.
Como de costumbre, dichos estimados lucen optimistas y seguramente no se cumplirán.
Más importante aún me parece destacar las características que se definen en el planteamiento de la cuenta pública para el siguiente año.
Una de ellas es que consiste en un presupuesto que no alterará mayormente la percepción de estabilidad que hay ahora, no se asume un mayor endeudamiento y la proyección es sobria en cuanto al tamaño de los déficits.
Sin embargo, por encima de ello, se trata de un presupuesto discriminadamente austero, que consolida la orientación de recursos dentro de un sistema de reparto, que asigna los escasos pesos destinados hacia inversiones en proyectos no prioritarios (que no necesariamente contribuirán a la recuperación del crecimiento) y que sienta las bases para que la viabilidad de la cuenta pública de México, y por ende la calidad del país, siga en entredicho.
La primera aseveración parece fácil de deducir. Las cuentas cuadran este año por el uso del resto del Fondo para la Estabilización de Ingresos Presupuestarios, el cobro extraordinario a algunas empresas con adeudos pendientes de IVA y por la reducción de fideicomisos de los que se disponían en algunas dependencias.
Para el año que viene, en la primera mitad Hacienda cuenta, aunque no lo dice, con el remanente de utilidades del Banco de México que para en 2020 sería grande si se mantiene el tipo de cambio en niveles similares a los actuales.
Que el uso de dichos recursos esté condicionado a reducir deuda o a crear nuevos fondos no sería el tema relevante; durante muchos meses en 2021 las cuentas seguirán cuadradas.
El presupuesto de gasto es austero en lo general pero poco. Una reducción de 0.4% en términos reales en el gasto total no es nada muy destacado.
Lo relevante es que se sigue afectando la operatividad del gobierno, exprimiendo a muchas dependencias, e incluso a los mismos presupuestos estatales, que no se consideran prioritarios, a costa de objetivos específicos distintos.
La orientación del gasto se dirige hacia rubros que lo definen más claramente como un sistema de reparto.
Los proyectos del sistema de apoyo al bienestar (“Sembrando vida”, “Jóvenes construyendo el futuro”, “Pensión Universal para adultos mayores”, etc.) tienen crecimientos positivos.
Como muestra, destaca el elevado aumento del gasto de pensiones y jubilaciones del sector público que rebasa ya el gasto de servicio de la deuda y, de acuerdo con el presupuesto, equivale a 4.9% del PIB.
Si bien estos programas tienen un objetivo válido, el fuerte crecimiento representa una presión para el futuro.
Por su parte, el presupuesto para proyectos emblemáticos del gobierno crece en algunos casos de manera elevada: 64,000 millones de pesos hacia la construcción del Tren Maya (sector turismo), el Aeropuerto de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas.
Por último, se siguen asignando recursos a Pemex bajo la premisa de una recuperación de la producción que nadie considera como viable; sin importar el estimado del precio del petróleo y si hay o no coberturas, el tema es la caída en la producción y un estimado muy alegre con respecto a su recuperación.
Bajo estas características, lo que no se ve es que para el segundo semestre del 2021 haya menos presiones sobre las finanzas públicas.
Por el contrario, de quedarse cortos los estimados de recaudación, de no lograr el estimado optimista de producción de petróleo, y sin más recursos extraordinarios que utilizar, las finanzas públicas lucirán más débiles y una baja de la calificación a la deuda antes de lo previsto se volvería más probable.
Entonces sí, el paquete de presupuesto para el 2022 se volvería un tema mucho más relevante y un asunto más difícil de resolver.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
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