Hoy, el mundo se endeuda para salir de la crisis e ignora a ciencia cierta las consecuencias. La única previsible es que hay tasas de interés prácticamente nulas y que pueden prevalecer por muchos años más.
En las últimas dos semanas se ha reforzado la estructura creada por las autoridades en el mundo desarrollado para salir adelante de la crisis de crecimiento provocada por la quiebra del sector financiero global hace diez años y, en este momento, por la aparición de la pandemia: Un crecimiento desmedido de la deuda y una estructura monetaria que permite su financiamiento.
Nadie sabe las consecuencias que tendrá el enorme endeudamiento en el futuro, simplemente no es previsible porque ya llevamos más de diez años queriendo detonar un crecimiento que no aparece; sin embargo, hay un consenso con relación a que es algo que se debía de hacer para evitar una depresión que hubiese sido más costosa en términos de expansión de la pobreza en el mundo por muchos años.
Vea usted. La semana pasada los líderes en la Comunidad Europea acordaron un plan de recuperación por 750,000 millones de euros. El paquete equivale al 5.4% del PIB de la región registrado en el 2019. De tal monto, 390,000 millones son destinados a garantías directas sobre la deuda de países miembros. Si bien no se trata de todo el monto, es un paso importante e inédito que abre la puerta para una mayor integración fiscal en cuyo espíritu se ubica, sin duda, apoyar a la salida del hoyo en que ha permanecido el crecimiento de la Comunidad desde hace más de una década.
Por su parte, en Estados Unidos, la Casa Blanca y la facción republicana en el Senado acordaron en principio una nueva ronda de estímulos fiscales, para extender los beneficios decretados en marzo y que expiran al cierre de julio. Se trata de un paquete con valor de 1 billón de dólares que se añade a los 2 billones previamente aprobados.
En conjunto, de acuerdo con cifras del Fondo Monetario Internacional, los países desarrollados aumentarán sus deudas públicas en un porcentaje equivalente al 17% de su Producto Interno Bruto (PIB); ello significa casi 5 billones de dólares, tan solo en este año.
Los parámetros tradicionales que se concebían como máximos para el endeudamiento público de un país se han roto, sobre todo en los países considerados como ricos. Al cerrar agosto el tamaño de la deuda de dichos países en su conjunto totalizará algo así como el 330% de su PIB. A simple vista, el elevado nivel de endeudamiento parece insostenible.
Sin embargo, por ahora luce manejable la deuda debido a la escasez de crecimiento y a la presencia de tasas de interés nominales que son cercanas a cero o negativas; ello hace que la progresión de crecimiento de dichas deudas sea contenida, y facilita a los gobiernos su financiamiento.
¿Quién es responsable de tal financiamiento? Los bancos centrales que, ante la ausencia de inflación han “abandonado” su independencia y financian con emisión de dinero la compra de deuda pública, y en este año también de deuda privada.
Como le decía, hay un consenso que señala que los problemas en términos de crecimiento serían mayores y el empobrecimiento de los agentes sería más si no hubiese este tipo de medidas inéditas, extraordinarias por su magnitud y que en otro momento pudieron haber sido consideradas verdaderas herejías.
Hoy el mundo se endeuda para salir de la crisis e ignora a ciencia cierta las consecuencias. La única previsible es que hay tasas de interés prácticamente nulas y que pueden prevalecer por muchos años más.
Bueno, pues México no participa en este baile. Aquí, lo que antes era una señal de responsabilidad, en especial en un país emergente, ahora es un mantra muy costoso. Una premisa fundamental del gobierno es que no crecerá la deuda. Esta premisa en una circunstancia como la actual no sólo no ayuda, sino acentúa los problemas.
Lo vemos en la fuerte disciplina fiscal que sigue ejecutándose vía la lamentable reducción de salarios a funcionarios, el recorte de presupuesto a entidades fundamentales, el endurecimiento de la recaudación fiscal por donde se pueda, la ausencia de estímulos o apoyos a la economía significativos, etc.
Lo peor del caso es que la deuda de todos modos será mayor. En este año, bajo cifras oficiales, la deuda pública aumentará del 48% al 53% del PIB. La disciplina sirve de poco si los recursos se gastan en prioridades equivocadas; como ejemplo, basta decir que a pesar de la fuerte inyección que se le ha hecho a Pemex, el valor de su deuda volvió a subir a 107,000 millones de dólares al cierre de junio.
Al inicio de la pandemia escribí una colaboración en donde hacía referencia a la necesidad de una postura más heterodoxa de las autoridades económicas; ante su ausencia, el costo de no participar en el baile global es una recesión más grande y una mayor dificultad para salir de ella.
Esta columna se publica semanalmente en el periódico El Economista, en versión impresa y online.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-costo-de-no-entrar-al-baile-20200729-0095.html