Aplanado pesimista
Bear flattener es el término que se usa en el argot de los mercados financieros en el exterior, para describir un movimiento de las tasas que incrementa los réditos para plazos cortos y mantiene bajos los intereses a plazos más largos.
Dentro de toda la vorágine de correcciones de principio del año, llama la atención que las tasas de largo plazo no se han incrementado. Más bien, tanto en Estados Unidos, como en México han bajado. Al día de hoy la tasa del bono a 10 años en Norteamérica se ubica casi 20 puntos base por debajo de los niveles que mostraba a mediados de diciembre, cuando la Reserva Federal (FED) decidió incrementar un cuarto de punto la tasa, a un plazo de un día. En el mercado local, la tasa del bono M a 10 años también ha descendido, sorprendentemente para muchos, en una magnitud incluso mayor.
Hay razones distintas y convergentes detrás de ambos movimientos. En Estados Unidos, hay desconfianza con relación a la fortaleza del crecimiento. A pesar de los buenos datos de empleo conocidos hasta ahora, la desaceleración notoria en Asia y Europa, así como la continua fortaleza del dólar y la también continua baja de los precios de la energía, generan el temor de un contagio que no haría más que llevar a la economía norteamericana de nuevo a una situación de precario crecimiento. De sobra está decir que ante tal escenario sería sumamente difícil para la Fed seguir elevando las tasas de interés de corto plazo.
En México, hay una sincronía en los movimientos de los réditos de largo plazo que no se había visto en otros episodios de presión durante el 2015. Cierto que el tipo de cambio se sigue ajustando al alza conforme baja el petróleo y se ajustan muchas monedas contra el dólar, pero parece haber factores importantes que le dan confianza a los inversionistas de que México no necesitaría pagar premios excesivos con relación a las tasas en el exterior.
Por una parte, hay la sensación de que la amenaza contra el encuadre de las finanzas públicas en el 2016, derivada de un precio del petróleo cada vez menor, es menos importante. Las autoridades han hecho algunos amarres. Compraron coberturas por un porcentaje de los ingresos petroleros a precios que hoy ofrecen un respiro (49 dólares el barril); asimismo, se ha fijado el monto del impuesto especial sobre productos y servicios que se cobra en las gasolinas, cuando en el pasado tal cifra resultaba volátil. El gobierno utilizará el remanente de utilidades del Banco de México para cubrir el déficit fiscal, ésta es una cantidad ya estipulada y que tampoco debiera cambiar ante las circunstancias. En general, los inversionistas en el mundo observan que México puede pasar el año sin tener que aumentar en exceso su nivel de endeudamiento.
Otro factor es la aparente certeza de que la inflación permanecerá en niveles muy bajos. A finales de la próxima semana, podremos ver el rebote en el dato anual de inflación, al reportarse la correspondiente a la primera quincena de enero. En dicho número ya no estará incluido el fuerte bajón que se registró hace un año, producto del abatimiento de tarifas en el sector de telecomunicaciones. La inflación anual se acercara más hacia un nivel de 3.0%, pero difícilmente lo rebasará en el año, dada la baja de los precios de la gasolina y la electricidad, así como la fuerte holgura que hay en la economía.
En conclusión, hay razones para justificar que las tasas de interés de largo plazo bajen en este momento, a pesar del mal comportamiento de las bolsas y los tipos de cambio. No es seguro que esta situación se sostenga todo el año, una sorpresa positiva del crecimiento o una profundización de la crisis en el segmento de mercados emergentes podría cambiar las cosas. Por ahora mantenemos la premisa de la semana pasada: todo parece ser volátil, menos las curvas de tasas.
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