La advertencia no es nueva
Quizás la única diferencia es que la recomendación de trabajar (estudiar) para sacar buena calificación no proviene de los padres o de la abuela, sino del maestro mismo, quien decide la calificación.
S&P no ve algo distinto a lo que vemos todos: Un deterioro de las finanzas públicas importante en los últimos 12 años y un debilitamiento gradual de los niveles de endeudamiento y la seria dificultad de manejar las finanzas públicas ante la disminución de los ingresos del gobierno por la caída de los precios del petróleo.
Ese deterioro ya se reconoce en los niveles de tasas de interés que paga la deuda de México con relación a otras contrapartes. Tan sólo en este año, la tasa de corto plazo ha sido elevada un punto porcentual por el Banco de México y el diferencial de las tasas de largo plazo contra las del tesoro de Estados Unidos, por ejemplo, han aumentado aproximadamente 40 puntos base.
No se trata de una baja de calificación sino de una especie de advertencia. Simplemente la agencia calificadora juzga que de no haber progresos en los próximos 24 meses ve una probabilidad de al menos 33% (una en tres) de reducir la calificación a la deuda mexicana.
S&P explica que la principal preocupación es que el entorno de crecimiento tan débil no colaborará a que los niveles de endeudamiento público disminuyan en el futuro previsible; de ahí que advierte la necesidad de continuar ajustando las cuentas públicas por parte de las autoridades.
Si las autoridades hacen su trabajo y los desequilibrios presentes se reducen o cambian de trayectoria, no habrá ninguna modificación de la calificación.
hoy en día hemos visto a la Secretaría de Hacienda muy activa tratando de dejar en claro que vamos en dicho camino.
El lunes pasado anunció que publicará 12 indicadores mensuales, de ingreso, gasto y financiamiento público; asimismo, actualizarán con más frecuencia las proyecciones de las cuentas públicas, en especial, el rubro de Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP), ya que es más relevante esta medida que la simple trayectoria del gasto.
Debemos reconocer que las autoridades en el actual gobierno han optado, desde que se suscitaron los problemas relacionados con la caída de los ingreso públicos por la debacle del petróleo y el entorno financiero en los mercados emergentes se volvió adverso, por defender la calificación y no caer en la tentación de afectar más las cuentas públicas buscando sostener un crecimiento mayor.
Ahora hace falta que las autoridades cumplan con lo que dicen que van a hacer. De entrada, se proyecta que el déficit fiscal será de 3.0% del PIB este año y el próximo de 2.5 por ciento.
Ello implica un ajuste importante de gasto, suponiendo que el nivel de ingresos no será muy dinámico, sobre todo en una economía en la que continúan ajustándose las proyecciones de crecimiento, incluso por parte de la misma Secretaría de Hacienda.
Seguimos validando la actitud del gobierno de apostar por mantener la calificación. El riesgo de perderla es mayor que el de crecer poco en los próximos trimestres. Lo malo es que habrá que esperar varios, si no es que muchos meses, para ver en las cifras duras más ajustes y una tendencia de reducción de la deuda.
Mientras tanto, México seguirá siendo un país advertido en lo financiero y, por ende, frágil ante un entorno global que no luce nada estable.
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http://eleconomista.com.mx/mercados-estadisticas/2016/08/24/advertencia-no-nueva
Cuidado con los mercados emergentes

Definitivamente no hubo una equivocación en la perspectiva de crecimiento, ésta sigue siendo sumamente pobre; lo que nadie intuyó es que las tasas de interés en el mundo desarrollado fueran tan bajas, que el apetito por activos de riesgo se intensificaría fuertemente.
Ahora resulta que la mejor inversión en el año ha sido la Bolsa de Brasil o los bonos soberanos de países como Vietnam, Polonia, la República Checa, etc. Al parecer, durante este año, y en especial en días recientes, se ha observado una migración de recursos hacia activos en mercados emergentes. Éste parece ser resultado de manejadores de fondos alejándose de los rendimientos de un escenario de escaso crecimiento y tasas negativas que impera en los mercados desarrollados e intentando captar retornos más atractivos, ahora sí que en donde haya.
La presencia de flujos masivos de inversión está lejos; sin embargo, puede representar la vuelta del sector a sus días de gloria entre el 2000 y el 2007. En aquel entonces el argumento de inversión en mercados emergentes se recargaba en la elevada tasa de crecimiento que en general imperaba en el segmento.
Gracias al crecimiento que había en China de dos dígitos, los mercados de bienes básicos experimentaron una revaluación de precios que significó crecimientos económicos y flujos favorables a muchos de estos países durante varios años. Eso ya no existe más. China batalla para sostener sus tasas de crecimiento y navega con una deuda enorme que preocupa a más de uno. La esperanza que de ahí se reviva la dinámica del sector de mercados emergentes es nula.
En estos momentos cerca de la mitad de los aproximadamente 60 países que conforman el espectro denominado mercados emergentes está en recesión. Los ejemplos más claros pueden ser Rusia, Brasil o Turquía. Después de un año terrorífico como fue el 2015, el segmento, puede decirse, ésta en una situación menos peor, pero no en una dinámica de crecimiento que resulte en un incentivo para atraer tantas inversiones. El factor de atracción no está en los fundamentales.
Nos encontramos de nuevo ante un efecto de los incentivos perversos que genera la presencia de rendimientos sumamente bajos en mercados desarrollados. Se trata más de una “pérdida de fe” en las expectativas con relación a las grandes regiones (Estados Unidos, Europa, Japón y China), en todas ellas impera un gran escepticismo sobre el crecimiento y en la capacidad de las políticas monetarias de ultrarrelajación para estimularlo; combine eso con la idea de que la presencia de tasas bajas (en una tercera parte de dichos mercados, negativas) será permanente y lo que hay es muy poca esperanza de ganar dinero en mercados considerados como seguros.
El rally de las bolsas en bonos y mercados emergentes es una parte de la racha global que hemos visto en activos de riesgo en todo el mundo. El auténtico factor que motiva esta situación es la ausencia de tasas de retorno satisfactorias. El mundo de los mercados emergentes sólo representa una pequeña opción para acceder a rendimientos mejores. De acuerdo con un artículo del Financial Times, existe un total de 800,000 millones de dólares de emisiones disponibles en bonos de mercados emergentes, mientras que un total de 12 trillones (millones de millones) de dólares están emitidos a una tasa negativa en el mundo desarrollado. El tamaño de la demanda no es abrumador y por supuesto que distorsiona los precios.
Volvemos al mismo argumento: el empuje de precios al alza en los mercados emergentes responde a la situación de tasas extremadamente bajas en el mundo desarrollado. Aun si usted cree que tal situación se puede prolongar, es poco entendible pensar que los bonos y las bolsas sigan pagando los rendimientos que hemos visto hasta ahora. Por el contrario, si piensa que pueden existir eventos que reviertan tal “incentivo perverso”, agárrese, los mercados emergentes siguen siendo vulnerables en cuanto a sus factores fundamentales y una nueva reversión de flujos puede hacer correr mucha sangre.
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