¿Cuánto subirán las tasas de interés?
Por un lado, la Reserva Federal en Estados Unidos ha hecho una campaña para orientar a los participantes a esperar una acción de ese tipo a través de comentarios y declaraciones. Lo anterior ha revaluado al dólar. En México, el violento movimiento de alza del tipo de cambio hace especular (demandar en algunos casos) a los inversionistas un alza de la tasa de referencia por parte del Banco de México para contener la depreciación del peso.
Los mercados están preparados para tal evento. Las probabilidades implícitas en las cotizaciones de los futuros de la tasa de fondos federales descuentan de nuevo, con una probabilidad de 53%, que la tasa sea mayor entre junio y julio. La tasa del bono del tesoro a 2 años ha subido cerca de 20 puntos base en menos de un mes. En México, el diferencial de tasas entre el bono de 10 años y el de 3 años se encuentra en niveles alrededor de 80 puntos base; esto es casi 25 puntos base por debajo del promedio de los últimos 12 meses, lo que implica un augurio de aumentos en las tasas de plazos cortos.
La curva de plazos largos en México ha observado un ajuste más que proporcional ante la posibilidad de que Banxico no sólo se mueva en sincronía con la Fed, sino que pudiese ajustar las tasas discrecionalmente, como lo hizo en febrero.
Parece que es inminente que tendremos tasas mayores en el verano, pero ¿qué tanto más altas? A nuestro juicio no mucho. Le explicamos por qué:
Primero, la Reserva Federal seguramente seguirá manteniendo un patrón gradual de ajustes. Eso quiere decir que después de ajustar las tasas entre junio y julio (si es que lo hace) se detendrá de nuevo a observar el comportamiento de la economía y el impacto en los mercados de tal medida. Si Banxico es fiel a su sentencia de ajustar cuando cambie la postura de la Reserva Federal, entonces posiblemente estemos hablando de un movimiento marginal, tal vez de un cuarto de punto.
En segundo lugar, están los factores locales. El principal es el movimiento acelerado del tipo de cambio. En este caso hay múltiples eventos que pueden dislocar de nuevo a los mercados y enviarlos a una espiral de aversión al riesgo (Brexit, Fed, Trump, Grecia, Brasil, China, Petróleo, etc.); hace bien el Banco de México en afirmar que espera que la economía enfrente un entorno externo todavía adverso. Si la percepción de riesgo se intensifica o, dicho coloquialmente, si los inversionistas se espantan más de lo debido, es probable que el peso sea de nuevo blanco de ataques especulativos. Si es necesaria una intervención, podría ser hasta de medio punto porcentual.
En el caso de los factores locales hay también atenuantes. Uno es el comportamiento regular del crecimiento. Si bien la economía ha sido afectada por el estancamiento de la producción industrial norteamericana, el consumo interno ha mostrado un desempeño favorable que podría persistir en los siguientes trimestres, dando lugar a una actividad económica con crecimiento positivo aunque modesto. Tal cosa es de presumir en el entorno actual.
Otro es la resistencia de la inflación en niveles inferiores al objetivo del banco central; en los últimos 12 meses, hasta la primera quincena de mayo, la inflación es de 2.53%, por debajo incluso del dato registrado en abril. La escasa amenaza, por el momento, de un rebote inflacionario puede hacer que las labores de contención sean menos arduas.
Por ahora, la Fed amaga y el tipo de cambio ha subido con fuerza. Es muy probable un aumento de tasas. El mercado de dinero ya lo ha incorporado en los precios de los bonos y no parece que vayamos a tener un crack de bonos. Esperamos que la sacudida no será tan brusca como en enero; no obstante, si ya sabe la dirección hacia dónde van los réditos, debe ser consciente de que no habrá ganancias como las que hubo entre febrero y abril, y que en mayo va a tener resultados pobres en sus posiciones en renta fija.
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Nada concluyente
Hay una decisión de resguardar posiciones en activos de riesgo, eso implica una salida de flujos de mercados emergentes y por ello, a nivel local, el tipo de cambio y las tasas de interés de largo plazo se han descompuesto. Sin embargo, en los hechos hay más influencia de los rumores que de hechos concluyentes.
El factor que ha generado esta nueva ola de presión es la idea, que ha ido creciendo día con día, de que la Reserva federal en Estados Unidos, ahora sí, podría subir las tasas en junio. El primer paso para que se consolide tal percepción lo dio la misma presidenta del Fed, al argüir que, dependiendo las circunstancias, un alza de tasas seguía en la perspectiva de la autoridad, sin importar los acontecimientos en el orden global.
Luego, dos gobernadores, que por cierto no tienen voto en el Comité de Mercado Abierto (FOMC, por su sigla en inglés), declararon abierta la posibilidad de un alza en junio, siempre y cuando la información se recargue por el lado de un crecimiento mejor y una persistencia del avance del empleo. Luego vino el dato de inflación, que mostró un repunte en el indicador general y el sostenimiento de la inflación subyacente (aquella que excluye alimentos y energía) por encima del objetivo de 2 por ciento.
Por último, se publicaron las minutas de la reunión del pasado 27 de abril: los mercados incrementaron el temor, al observarse que varios participantes discutieron sobre la posibilidad de aumentar la tasa en junio.
Desde nuestro punto de vista, no hay información concluyente sobre que sea un hecho tal incremento de tasas. Lo más sólido es el movimiento de alza continua que han tenido las tasas de bonos a dos años que se incrementaron de un nivel de 0.70%, hace una semana, a uno de 0.89 por ciento.
No vemos en las siguientes semanas más justificantes. Salvo la información de empleo, no habrá mucho más indicadores económicos sobre el segundo trimestre sobre la mesa, para consolidar un crecimiento superior al esperado. Por otro lado, hay que recordar que la votación para decidir la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (Brexit) tendrá lugar a finales de junio. A nuestro juicio, la Fed no subirá la tasa en junio, aunque podríamos ver una señal más definitiva para hacerlo un mes después o hacia el fin del verano (septiembre). Eso bastaría para mantener una elevada volatilidad en los mercados y escasos rendimientos.
En cuanto a México, el tipo de cambio se ha movido con violencia. Ahora el petróleo no desciende, pero parece claro que el resguardo de posiciones que han ganado dinero desde febrero en mercados emergentes genera un movimiento especulativo contra el peso. La velocidad es una inquietud válida. De nuevo la cotización se movió, aproximadamente, 1 peso con 40 centavos, en unos pocos días. Los llamados a intervenir hacia Banxico se han intensificado.
Hay quienes advierten que dicha intervención debiera ser, no sólo con reservas, sino también con un aumento adicional en la tasa de corto plazo. Si al riesgo anterior le sumamos la percepción de que la Fed se moverá al alza, es lógico ver el rebote de tasas que se ha presentado, ya que mantener posiciones en plazos largos puede resultar en minusvalías relevantes.
Pase lo que pase, suena lógico mantener una estrategia defensiva en los mercados locales. Las tasas tienen de nuevo posibilidades de subir; no sabemos si, interviniendo o no, se controlará el desorden en el tipo de cambio y la Bolsa ha pagado bastante en los últimos tres meses. No tenga miedo de tomar utilidades y mantener más dinero a la vista.
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Brasil después de Dilma… muy complicado aún
Los inversionistas globales han tomado como una noticia positiva su retiro del cargo, principalmente, porque es un hecho demasiado poco usual que exista este tipo de rendición de cuentas en un país emergente; en segundo orden, porque tienen la esperanza de ver un viraje en las decisiones económicas, terreno en el que la actual presidenta, aun siendo inocente, sale reprobada.
Hay que tener cuidado, apostar por Brasil sólo por este hecho sigue siendo una jugada muy arriesgada. Las decisiones en materia financiera y económica que tome el nuevo gobierno serán el factor clave que puede hacer que la economía y el valor de los activos financieros recuperen terreno. Estas decisiones son lo contrario de fáciles. Se necesitará un gobierno con mucho valor histórico para enderezar la economía brasileña.
Primero habrá que recuperar la confianza de los mercados e inversionistas en el orden mundial. Para ello requiere dar viabilidad al elevado endeudamiento público, así como corregir el rumbo de las finanzas públicas. El nuevo gobierno debería convencer al Congreso de aprobar reformas adicionales, para ajustar las cuentas públicas vía recortes al gasto y posiblemente, impuestos adicionales. Se trata de una medida amarga para la población, que inicialmente no sentiría ninguna mejora con respecto a la situación previa.
Sin embargo, ir hasta tal extremo mejoraría la percepción de los inversionistas, que podrían mantener el flujo de financiamiento a Brasil, lo que ayudaría a reducir las tasas de interés en un periodo más breve y aliviar el proceso de ajuste. El ajuste decidido sería bien visto por los mercados.
Un ajuste tibio, donde no se ataque el crecimiento del nivel de la deuda sólo provocaría que Brasil siguiese dependiendo fuertemente del financiamiento proveniente del exterior. Para ello necesitará pagar todavía tasas de interés muy elevadas, lo cual mantendrá la recesión por un tiempo mayor. Si las cuentas, tanto pública como externa, no cuentan con decisiones que muestren su viabilidad en el mediano y largo plazos, será muy difícil que Brasil saque la cabeza; en especial, en un entorno en donde los precios de los bienes básicos parece que continuarán a la baja.
Si se pone a pensar, para el señor Michel Temer, actual vicepresidente y quien asumiría el cargo de presidente, al menos los 180 días que duraría el proceso de juicio político contra la señora Rousseff, será muy complicado tomar decisiones contundentes. Es posible que Brasil simplemente tenga que sostener el rumbo actual sin grandes modificaciones de política económica; ello, ya lo dijimos, resulta caro en términos de costo financiero y garantiza que la recesión actual difícilmente dará visos de revertirse.
Es plausible que el sistema político en Brasil arroje resultados para perseguir casos de corrupción o de malos manejos por parte del gobierno. Pero insistimos: tenga cuidado en apostar ciegamente. Éste puede ser un caso claro de “vender la noticia”, una vez que los inversionistas vean que el camino de ajuste para los brasileños es muy largo y bastante complicado políticamente.
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